Neurociencia y yoga: entrenar la atención plena entre la consciencia y la inconsciencia

Vivimos en una época donde la atención se ha convertido en uno de los recursos más escasos. Nuestro cerebro, programado para divagar, pasa gran parte del día saltando de un pensamiento a otro, atrapado en recuerdos del pasado o anticipaciones del futuro. Esa “mente errante” tiene un valor adaptativo —nos permite planificar y aprender—, pero cuando se descontrola puede convertirse en una fuente de estrés, ansiedad y falta de claridad.

La neurociencia lleva años estudiando este fenómeno. Investigadores como Nazaret Castellanos han mostrado cómo la red neuronal por defecto, responsable de gran parte de esta divagación, se activa de manera automática cuando no estamos concentrados en una tarea. Y lo interesante es que prácticas como la meditación o el yoga son capaces de modular esa actividad, entrenando al cerebro para mantener la atención en el presente y navegar con mayor habilidad entre estados de consciencia e inconsciencia.

La «mente divagante» y el reto de la atención plena

La llamada “red neuronal por defecto” (default mode network) se activa cuando la mente se dispersa. Es la que nos hace recrear conversaciones pasadas, imaginar escenarios futuros o dar vueltas a preocupaciones repetitivas. Según estudios publicados en revistas como PNAS, este estado ocupa casi la mitad de nuestro tiempo de vigilia.

El problema surge cuando la divagación se convierte en piloto automático, porque nos desconecta del momento presente y genera desgaste emocional. Frente a eso, la atención plena no consiste en dejar de pensar, sino en reconocer cuándo la mente se ha ido y traerla de vuelta al aquí y ahora.

Aquí es donde resulta interesante poner en diálogo ciencia y filosofía. Como recuerda Eckhart Tolle, “la mente es una herramienta extraordinaria, siempre que la uses correctamente; de lo contrario, te usará a ti”. Esta afirmación encaja con lo que la neurociencia describe como mente divagante: cuando los pensamientos nos arrastran sin darnos cuenta, perdemos la conexión con el presente. Tanto Tolle como Castellanos coinciden, desde perspectivas diferentes, en que entrenar la capacidad de regresar una y otra vez al ahora es esencial para vivir con mayor claridad.

Castellanos lo explica de forma sencilla: entrenar la atención es ejercitar un “músculo cerebral”. Cada vez que detectamos que la mente se ha escapado y volvemos a enfocar, fortalecemos circuitos relacionados con la corteza prefrontal, la misma región implicada en la toma de decisiones, la empatía y la autorregulación emocional.

Entre la consciencia y la inconsciencia

Uno de los puntos más fascinantes que resalta la investigación neurocientífica es la transición entre estados de consciencia e inconsciencia. Ese umbral, que se cruza cientos de veces al día —por ejemplo, al conducir por una ruta conocida o al practicar una secuencia de yoga que ya tenemos integrada—, no suele ser entrenado de manera consciente.

Sin embargo, aprender a reconocer ese paso es clave. No se trata solo de estar atentos cuando la mente está despierta, sino de cultivar la capacidad de percibir cómo emergen y se desvanecen los estados mentales. Castellanos subraya que, al fortalecer esa frontera, logramos una mayor estabilidad mental y una relación más equilibrada con nuestro propio cuerpo y nuestras emociones.

Desde otra mirada, Tolle sostiene que “la conciencia es la mayor herramienta de transformación”. Aunque su lenguaje sea más espiritual que científico, el mensaje converge con lo que observan los laboratorios: entrenar la atención consciente modifica el cerebro y cambia nuestra manera de estar en el mundo.

Yoga como laboratorio para la atención

Aquí entra en juego el yoga. Más que una disciplina física, funciona como un verdadero laboratorio de atención plena. Cada postura, cada transición y cada respiración son oportunidades para entrenar el regreso constante al presente.

Diversos estudios han mostrado que la práctica de yoga reduce los niveles de cortisol (la hormona del estrés), mejora la plasticidad neuronal y aumenta la densidad de materia gris en regiones asociadas con la autorregulación. La combinación de movimiento consciente y respiración profunda activa el sistema nervioso parasimpático, generando un estado de calma y centramiento.

En Power Hot Yoga creemos que esta práctica es especialmente poderosa porque obliga a relacionarnos con nuestro cuerpo de un modo más atento. La mente se resiste a quedarse en el presente, pero la secuencia de posturas y el esfuerzo físico se convierten en un ancla natural.

El plus del calor en el yoga

Cuando la práctica de yoga se desarrolla en un ambiente con calor y humedad, se añade un factor que intensifica el entrenamiento de la atención. El calor eleva la frecuencia cardíaca, aumenta la sudoración y genera una sensación física muy marcada. Ese entorno exige mayor presencia, porque cualquier distracción se siente con más fuerza.

Desde un punto de vista fisiológico, el calor favorece la oxigenación de los tejidos y la liberación de endorfinas. Estudios realizados en prácticas de ejercicio en entornos cálidos sugieren que esta condición facilita estados de concentración profunda, similares al “flow”. En otras palabras, el calor se convierte en un aliado que ayuda a la mente a dejar de vagar y anclarse en la experiencia corporal del momento.

Neurociencia + yoga: un puente hacia la estabilidad mental

La ciencia ha demostrado que la práctica regular de atención plena y yoga genera cambios estructurales en el cerebro. Investigaciones del Massachusetts General Hospital y de la Universidad de Harvard han evidenciado que programas de meditación de ocho semanas aumentan la densidad de materia gris en áreas relacionadas con el aprendizaje, la memoria y la regulación emocional.

Castellanos y otros investigadores subrayan que estos cambios no ocurren de un día para otro. El sistema nervioso necesita repetición para integrar nuevas rutas. Por eso, la constancia es más importante que la duración de cada práctica. Diez minutos de atención plena al día, mantenidos en el tiempo, pueden transformar la manera en que procesamos la información y regulamos las emociones.

Tolle lo resume de forma directa: “la conciencia de este instante es la mayor transformación que puedes experimentar”. Y la neurociencia empieza a mostrar, con imágenes cerebrales y experimentos clínicos, que no es solo una metáfora, sino una realidad observable.

El yoga, en este sentido, se convierte en un puente tangible entre la neurociencia y la experiencia cotidiana. Cada clase es un ensayo para la vida real: entrenamos el foco, aprendemos a reconocer cuándo la mente se escapa y practicamos el regreso constante a la consciencia.

El reto de la atención plena no consiste en evitar que la mente divague, sino en entrenar el movimiento entre consciencia e inconsciencia con mayor flexibilidad. La neurociencia aporta las evidencias y el yoga ofrece el espacio para practicarlo en el día a día.

En Power Hot Yoga creemos que cultivar esta forma de atención es uno de los mayores regalos que podemos hacernos: nos conecta con el presente, nos ayuda a tomar mejores decisiones y fortalece nuestro equilibrio emocional. Incluir estas prácticas en tu rutina puede ser una de las claves para vivir con más claridad y presencia.